El rey David, Maestro de Becerril (posiblemente natural de Palencia, 1520)
La rosa poética se alimenta de la imaginación, se encuentra en el jardín de los ensueños, y su fragancia es estética y espiritual.
La poesía, como en los versos de Machado, emplea recursos como ritmo, rima y cadencia para crear la dinámica centrípeta de la lira (por aprovechar la metáfora de Octavio Paz). En la novela, por contra, predominan trama, suspense, aparición, reaparición, etc., para establecer su laberíntico mundo interior; de ahí lo envolvente de su lectura, la absorción de la lectora enfrascada en la lectura de su libro.
El orden de palabras no literario, en cambio, va al grano, reduce al mínimo la distancia entre lenguaje y objeto, es claro, unívoco (o pretende serlo) y susceptible de verificación objetiva. Es el arco que dispara la flecha hacia el blanco.
Estamos atravesando en la actualidad una situación particularmente difícil. No solo en nuestro país, sino en todo el mundo. La pandemia de este coronavirus ha disparado la imaginación de los seres humanos. Unos hacen burla; otros se inventan bromas, a veces como inocentadas y a veces con mensajes punzantes. Los mismos cristianos dan respuestas muy variadas: desde que se trata de un castigo divino hasta que Dios no tiene nada que ver con esto, pasando por un “Dios lo ha permitido”. Las tres posiciones nos parecen erróneas.
La verdad es que hay zozobra, miedo, inquietud, incertidumbre por el futuro que nos espera. ¿Cuándo parará esta epidemia? ¿Cuántos muertos habrá? ¿Qué secuelas nos dejará? ¿Veremos de aquí en adelante el mundo de la misma manera? ¿Qué nos pasará a nosotros y a nuestros seres amados? De seguro, habrá muchas más preguntas que todos, incluidos los cristianos, nos hacemos. Todo ello es comprensible. A fin de cuentas, todos somos seres humanos.
Y en medio de esta pandemia, los cristianos de todos los signos celebramos hoy la resurrección de Jesús.
Luis FRAYLE DELGADO (Valverdón, Salamanca, 1931), es filósofo, poeta, ensayista y traductor. Licenciado en Filosofía y Teología y bachiller en Lenguas clásicas. Ha sido Catedrático de Latín y se ha especializado en la traducción de obras latinas de Pensadores universales, especialmente del Renacimiento y el Humanismo: ha traducido obras latinas de Dante Alighieri, G. W. Leibniz, Francisco de Vitoria, Juan Luis Vives, Leonhard Euler, Erasmo de Rotterdam y Cicerón. Es miembro de la Sociedad Española Leibniz y colabora en la obra Leibniz en español (19 tomos). Autor polígrafo, ha publicado casi medio centenar de libros y numerosos ensayos sobre temas filosóficos y literarios en libros realizados en colaboración y en revistas, además de innumerables artículos periodísticos.
Foto de Jacqueline Alencar (Plaza Mayor de Salamanca)
Infinitamente y de todas las formas hemos estado clamando por que se priorice la dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, y por tanto, no deberíamos dudar ante dicho clamor. Rogamos por la justa distribución de los recursos. Por lo equitativo, por lo igualitario. Y he aquí que de pronto veo que hemos sido puestos en un mismo plano de igualdad. No son gratos estos difíciles momentos en los que oigo por todas partes la palabra ‘unidad’, ‘todos juntos venceremos’, tú puedes salvar vidas’… Y me hicieron recordar un pasaje de la primera carta que el apóstol Pablo escribiera a los Corintios:
“… Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a estos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros se preocupen los unos por los otros. De Manera que, si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan…”.
Colegio de un barrio marginal de Colombia. Foto de Jaqueline Alencar
Si
queremos constatar que la misión de Jesús fue integral, leamos los
evangelios. Él enseñaba pero también se preocupaba de la sanidad
de los enfermos, por sus necesidades físicas y emocionales.
Contempló la totalidad del ser humano en todos sus aspectos. Durante
los tres años de su ministerio no nos deja con dudas en cuanto a que
se decantó por los excluidos y marginados, carentes de cualquier
derecho. Él les daba vida. “Porque no había venido para llamar a
justos sino a pecadores”.