Sueño textuado

Porque la emoción intensa no cabe en la palabra:

tiene que descender al grito o subir al canto

Álvaro de Campos

Me soy metáfora en constante hacerse:

sombra encarnada en lindes verbales

que avanza, sin tropezar con las palabras,

en movimiento fugaz a la deriva,

cuando el pensamiento agrieta

la orfandad de donde crezco.

Asediado por el asombro

me encuentro en una ebriedad de signos

buscando aquello que no tiene nombre,

lo que ha perdido su forma

al haber sido tocado por la lengua.

En lucha conmigo mismo, me hablo por lo bajo:

imito el siseo de la llovizna al caer sobre la brasa

enervando una imagen para el festín del habla.

  •  

Aquí, en esta lucidez extrema,

el vacío dentro de sí mismo

siente su caída

como tibia desgarradura

que al golpe del aire se desvanece

abriendo otro espacio

para asentar el verbo.

  •  

Mientras contemplo la oscuridad,

mi voz flota en el aire

y envuelve las imágenes de la memoria

que el vierto en la invención de este poema,

entrelazando en su escritura

la vehemencia de la noche vencida por las palabras.

  •  

Con labios ahítos de ceniza amarga

deletreo hasta el desvarío

la estridente palabra

con la que daré a la noche su nombre.

  •  

Qué rezones me han impulsado

desde el comienzo del habla,

a consumirme entre frágiles sílabas

buscando en dónde el silencio

se ha convertido en sombra.

  •  

Del sedimento,

de mis restos me forjo

sobre jirones de silencio.

Soy el que avanza

mientras madura el barro para crear un texto.

Entonces, por encima de cualquier posibilidad,

descubro que todo inicio

es un puente tendido sobre el regazo de la niebla,

por él transcurro sin saber en qué instante habito

padeciendo un sonido

que sólo es audible cuando se le piensa.

  •  

Me basta con saberme forjador de palabras

y asistir a la fundación de las ficciones

que pueblan de cantos mi sueño heredado,

deseando encarnar en los versos

a los que me sujeto

para observar con los ojos llenos de noche,

si aún soy semejante a mi nombre.

Gerardo Rodríguez en Castelo Branco (foto de Jacqueline Alencar)

Gerardo Rodríguez(México D.F., 1960). Ha publicado los libros ‘Donde la noche’ (1996, Editorial Verdehalago), ‘Un blues para el insomnio’ (Conaculta, 2004) y ‘Con los restos del Violín’ (Hebel, 2016, Accésit del Premio Francisco de Aldana, publicado en edición bilingüe). Poemas suyos están incluidos en las antologías Montante, Los ojos del espejo, El silencio, Y el laurel, Luz de lunes, Cosecha de luz, La perversa mirada, Cruzar los puentes, El corazón de la llama, Con un reloj de sombra, 17 maneras de lanzarse al vacío, Escrito estará otro cielo, Yo no lo sed desierto y Encuentro de Poesía CALCO 2014 (Cali, Colombia). Fue finalista del Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador” (Salamanca, España, 2017); ganador del I Premio Internacional de Poesía António Salvado-Ciudad de Castelo Branco (Portugal), por su libro “Poemas de almanaque para entretener marionetas” (2019, edición bilingüe castellano-portugués), y ganador del IV Premio Internacional ‘Francisco de Aldana’ de Poesía en Lengua Castellana, convocado desde Nápoles por elCircolo Letterario Napoletano, por su libro“La última marea borra la sombra de la higuera” (2019, edición bilingüe castellano-italiano).

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